viernes, 2 de noviembre de 2012

defrente y sin mascaras rpp

 resumen :
 
Carmen González. Ha cumplido 17 años desnudando las emociones de los oyentes en su programa de radio. Su particular estilo, la mayoría de veces mordaz y abrumador, le ha valido el apodo de “Doctora Cachetada”. Asegura que las críticas de algunos colegas la tienen sin cuidado y que su única preocupación es que más personas cuiden su salud mental.

En la cabina de radio Carmen González da la bienvenida a Rosa, una mujer de 51 años que ha elegido buscarla en persona para contarle de su relación con un hombre de 70. Hace tres años que se separaron porque el hombre tiene una hija que no la acepta. Ahora él pide una segunda oportunidad. Rosa acude al consultorio radial para preguntar qué debe hacer. Después de un intercambio de palabras, González empieza a aplicar la cachetada mental.

–A ver cuénteme, Rosa, qué ha pasado.


–Yo siempre he pedido que sea claro en decirme..


–No se pide, señora. Se exige, y cuando no le contestan le están diciendo que no. Es como decir: ‘doctora, yo siempre le he pedido que no me pegue’. Si tienes un hijo y vas con la psicóloga y le dices que el guachimán ha abusado durante 20 años de él y ella te dice cómo es posible, tú vas a decir: ‘yo le decía que no lo agarre’. Cuando uno se autoestima, no pide, exige. Entonces, si no exige tiene usted problemas de autoestima. Dígame, ¿qué pasó?


–Él tenía miedo de su hija.


–Pero ¿por qué soportaba? Él tiene un problema pero usted también. Porque no se autoestima. Por eso ahora quiero que me cuente su historia de la infancia, porque usted ha tolerado al señor no por amor sino porque ha tenido problemas en su infancia.

Fragmento del programa ‘De frente y sin máscaras’ transmitido por RPP el 23 de marzo del 2011.

Aunque sus oyentes le antepongan el título, Carmen González no es doctora. Tampoco le molesta que se lo digan; cree que es parte de la jerga de sus oyentes. En diciembre pasado cumplió 70 años, tiene dos hijos y tres nietos. Estamos a veinte minutos en auto de la radio, en su casa de Miraflores. González deja que la entrevisten sobre sus poco ortodoxos métodos.


– Antes de ser psicoterapeuta, ¿también fue paciente?


–Sí, llevé terapia por problemas de pareja. Me recomendaron al doctor Saúl Peña y en esa época él me dijo: Carmen, tienes condiciones para ingresar a la escuela.


–¿Cuáles eran esas condiciones?


–Yo creo que uno ingresa por sus propias paltas. Hay un deseo de ayudar, pero desde la problemática de cada uno.

–¿Hay un control de quiénes dicen llamarse especialistas en terapia o en psicoanálisis?

–Creo que más que un control los pacientes deberían asegurarse de que los psicoterapeutas tengan una profesión porque la psicoterapia es una especialización. Yo no soy psicoanalista, soy psicoterapeuta con orientación psicoanalítica.


–Y eso quiere decir...


–Atiendo a personas utilizando las herramientas del psicoanálisis. Estudié cuatro años con el doctor Saúl Peña, en el Instituto Sigmund Freud que luego cerró. Nos exigían estar en psicoterapia tres veces a la semana. Estudié y fui paciente. Todos teníamos el deber de tener una profesión de base. En esa época era la única abogada; había médicos, una lingüista. Terminé mi psicoterapia y me di cuenta de que había muchos que tenían formación psicológica o médica. Aunque no me lo exigían, pensé que debía estudiar psicología. Tres años en la Universidad Católica y después terminé en la San Martín de Porres.


–¿Una psicoterapeuta como usted tiene una institución que la respalde como lo hace el Colegio Médico con un doctor?


Yo soy psicoterapeuta formada en Sigmund Freud. Lo que me valida es que soy licenciada en psicología. Ahora recién tengo entendido que el Centro de Psicoterapia de Lima tiene certificados oficiales del Estado. Pero antes no era así; solo había reconocimientos institucionales. Pero sí nos exigían que fuéramos profesionales.

–Usted utiliza metáforas y frases irónicas. (Le dijo a una adolescente de 15 años en la radio: “Está bien que quieras ser policía para poner orden, pero piénsalo: tu mamá escogió a ese hombre por su parte enferma. Las niñas cuando han sufrido necesitan que las hagan sufrir. Deberían poner un anuncio: “yo masoquista necesito mi sádico”).


–Trato de traducir lo que leo en un idioma fácil para los que me escuchan. Hago metáforas para que sea más digerible. Han habido personas que creen que yo no he estudiado. Una vez me llegó una carta de un psicólogo que decía: se ve que esta doctora no tiene formación porque habla como alguien de la calle. Pero yo quiero eso. Cuando hablo, lo hago para esa mujer que vive en el último rincón de Tarapoto y tiene a su hijita esquizofrénica y no sabe qué hacer con ella. Quiero que la gente escuche que cuando hay malos tratos la gente se enferma.


–La critican porque siempre menciona a los padres y a la infancia como el problema.


–La gente debe entender que les pasa algo que tiene que ver con su historia personal; lo que les pasa tiene que ver con la infancia porque en la adolescencia o adultez no hay emociones nuevas.


–¿Eso no es generalizar?

–El alma se construye de los 0 a 5 años. Pueden haber habido traumas después, pero tú eres como te han tratado. Si tuviste una madre o un padre que te hicieron sentir como una reina, llegas estructurada a la adultez; pero si te maltratan, si hay insultos, llegas asustada. La adolescencia dice a gritos lo que no se dijo de chiquito.
–¿Es una fórmula que considera infalible?


–El esquema que yo tengo es que en el adulto que llama están las emociones de su historia y está enfrentando la vida con las emociones de su historia. Pueden ser diferentes historias pero el esquema es el mismo. Lo que hay dentro es lo sustancialmente diferente.

–¿Usted llamaría a una radio para pedir consejos a alguien que le grita?

–Sí, si estuviera desesperada. Me parece que las instituciones que ofrecen teléfonos para que la gente llame son una buena posibilidad.

–¿Y esa forma de hablarle a una persona que llama a confiarle un problema no le parece desmoralizadora?

–Es de acuerdo a cómo lo siento. Si yo lo siento como un banco que se va a romper, lo trato despacito hasta dejarlo fuerte. No a todos iguales.

–Pero al 90% lo ‘cachetea’.


–Quizás. Tú lo ves así. Lo que pasa es que empiezo a preguntarles y, mientras, voy haciendo una lectura de la voz. Y como les voy preguntando sobre sus familias me voy imaginando las emociones que él o ella ha tenido que vivir con esta familia. Por ejemplo, si alguien muy bravo viene y me dice: ‘doctora, yo no sé qué hacer porque mi papá era muy bravo’, entonces yo pienso que el sufrimiento está guardado pero él se ha identificado con este padre. O cuando alguien se pone a llorar hablándome del pasado ya sé que no es pena, es cólera. Estás odiando. Entonces no me la puedo creer en consolar a alguien que llora por algo que pasó hace treinta años.

–Dice aplicar psicoterapia orientada psicoanalíticamente, pero el psicoanálisis es la técnica que más tiempo requiere .

–Creo que para nuestra realidad la forma europea de la terapia psicoanalítica no funciona. Aquí predomina la cultura del médico al que vas una vez y ya no regresas. Entonces cada sesión tiene que ser como si fuera la última. A veces la gente necesita una cachetada; eso puede levantar a la gente. Lo que hacemos en la radio es algo básico. Como me dijo César Hildebrandt, tú eres como un mecánico en la carretera. Haces los arreglos para que el auto siga caminando.

Después de escucharla, parece que siempre tiene la respuesta a cada problema.

–No, han habido veces en las que no supe qué decir. Porque hay un fenómeno de la contratransferencia, que es lo que el terapeuta siente a partir de lo que dice el paciente. Las emociones de este mueven las emociones del terapeuta. No es fácil atender en radio. Por norma no puedes estar más de tres segundos en silencio. Algunas veces me he paralizado.

–El perfil de un oyente no se puede sacar en tan poco tiempo, como usted lo hace.

–Hablo el tiempo que necesito para que el paciente cambie de espacio emocional. Y eso depende. A veces me tomo toda la hora. Otras son veinte minutos o quince. Mi oído está afinado. He atendido más de 16 mil casos en la radio.

–Pero usted atiende en promedio diez minutos. Y siempre con la misma respuesta.

–Porque los problemas humanos son parecidos. ¿Me entiendes? Con variantes, pero hay una metodología que no se ve. Cuando yo escucho al paciente estoy pendiente del tono de voz. No te olvides de que la voz es un aire que pasa por la laringe y sale de acuerdo con la forma en que hayas formado este órgano. A veces sale desde adentro u otras sale desde aquí para acá (señala el cuello) porque se habla con la cabeza.

–Vamos a conversar con Norma, que nos llama del Rímac. Norma tiene 43 años. Cuéntanos, Normita.


–Buenas noches, doctora. Estoy trabajando y tengo un pequeño taller en casa. Pero me saboteo yo misma, tengo la opción de trabajar más y tengo pereza. No quiero salir adelante.


–Para empezar, Normita, yo siento tu voz muy angustiada, como de pitito, y eso quiere decir que no has tenido tranquilidad cuando has sido chiquita. ¿Has sufrido mucho de pequeña?


–Sí, doctora, he sufrido.


Fragmentos del programa ‘De frente y sin máscaras’ transmitido por RPP el 29 de marzo del 2011.


–Parece que sus pacientes no quieren contradecirla. Solo asienten.


–Uno se da cu

enta de la emoción, leo la emoción que está detrás de la palabra por tantos años de experiencia.

–Es casi omnipotente.


–Un poco, sí. En la radio quiero que la gente se tranquilice; el solo hecho de ser escuchado ya es bastante, ¿no?


–Hasta cuándo estará en la radio.

–Hasta que me saquen o cuando hable tonterías. Mi hija estará pendiente.


“Tenía idealizado a mi padre”


“Me di cuenta de ello después de psicoanalizarme muchos años. Ya puedo decir que a mi papá lo tuve muy idealizado y a mi mamá todo lo contrario. Con los años uno va reconociendo algunas cosas, pero hay veces que nunca sucede. Hay personas de 50 años que llegan a consulta y que siguen resintiéndose y llorando cuando se acuerdan cómo era su mamá con ellas”.


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